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Foto del escritorSantiago Torrado

Hijos en Estado de Alarma.

Actualizado: 2 dic 2023

Carlos nos llama todos los días por teléfono parar encargarnos la comida para su padre, un señor que pasa de los ochenta años y que tiene algo mermadas sus facultades cognitivas. Miguel Ángel, el padre de Carlos, no oye bien y le cuesta hacerse entender, por eso nos llama su hijo. <Antes salía todos los días a caminar y a la vuelta del paseo se acercaba a vuestra tienda y se llevaba la comida>... nos cuenta Carlos, que agradece que le ayudemos en estos duros momentos y nos premia siempre con un mensaje lleno de emoción...<millones de gracias, yo no puedo acercarme a la casa de mi padre y estoy muy preocupado por él>.


Isidoro venía en autobús desde su casa, situada en una colonia militar, porque según dice él, cocinamos muy bien y además le gusta charlar con nosotras. Es amable, con muy buena planta, lo que se dice todo un caballero y ha superado este año los noventa. Su mujer apenas puede salir de casa, tiene dañadas las rodillas y teme caerse al suelo...<Mis hijos no me dejan salir de casa... dicen que a ver si me voy a pillar el bicho>...uno de sus hijos hace pedidos al supermercado, pero como dice Isidoro...<también necesitamos un poquito de conversación, saber cómo están las cosas por allí...¿y si prohiben a las tiendas de alimentación traernos comida, qué vamos a hacer las personas mayores>.


Javier, al igual que Carlos, también encarga comida para él y su padre...<prefiero acercarle yo la comida...charlo con él y veo cómo se encuentra>...<lo más duro es despedirse de él sin poder abrazarlo>.


Isabel, que estaba escuchando a Javier nos cuenta que...<yo hace ya más de diez días que no consigo hablar con mi madre>...su madre está ingresada en una resdidencia, cerca de su casa, tiene alzheimer y artrosis degenerativa, además de otros achaques menos graves...<estaba muy bien atendida, tenía su propia habitación y dos señoras nos ayudaban para no dejarla sola en ningún momento>...ultimamente, la madre, apenas caminaba y no controlaba sus esfínteres. Isabel no puede aguantar más y comienza a llorar...<hace tres noches me acerqué a la residencia, porque su habitación da a la calle, para ver si conseguía verla...la llamé por teléfono pero ella no sabía qué hacer, lo oía y lo miraba, pero no lo cogía>...<antes, cuando estaba con ella, a veces con el móvil apuntaba al televisor para cambiar de canal o subir el volumen>...<lo que disfrutaba mamá era salir a comer por ahí. Comía con cubiertos o con las manos, daba igual...era divertido, entrañable y tampoco podíamos hacer nada más que estar a su lado>...


Se sienten afortunados, porque las noticias con las que todos amanecemos son terribles. Familiares que no pueden acompañar a sus padres en los hospitales, que no pueden despedirse humanamente, que friamente reciben sus restos días más tarde. 

Y todos ellos, Carlos, Isabel...los hijos de Isidoro y los de otros padres y otras madres, viven en un constante ataque de angustia y soñando con que esta pesadilla acabe, para poder besar, abrazar y caminar junto a sus padres nuevamente.

Y hasta que ese día llegue, nosotras, como otras muchas personas , estaremos con ellos.



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